Escenarios de novela XI. Civita di Bagnoreggio, “La città che muore” (La biblioteca de Vaccaro)
Este blog da comienzo a otra serie de ellos que se adentrarán en mi segunda novela “La biblioteca de Vaccaro”. A día de hoy es el libro que más alegrías me ha dado, pues es el que más lectores tiene y ha llegado a ser número 1 en su género de Amazon. ¡¡¡Muchísimas gracias mis queridos lectores!!!, gracias de corazón.
Civita di Bagnoreggio es un pueblo que pertenece a la provincia de Viterbo, en la región del Lacio. Como todos los caminos llevan a Roma, él que une ambas ciudades es de algo más de 100 kilómetros.
Entrar en la ciudad es viajar en una máquina del tiempo que nos transporta siglos atrás. Alguno pensareis, no es nada particular, es algo que sucede en muchas ciudades y poblados. Sin embargo, lo es.
Civita di Bagnoreggio se ha parado en el tiempo, debido a dos causas: la primera es que se encuentra sobre una colina que sufre una erosión continua que la lleva a un destino final, desaparecer (de hay el sobrenombre de “La città che muore”) y la segunda es que un largo, estrecho y empinado puente, más pasarela que puente, la separa del mundo.
Debido a ello, desde los primeros desprendimientos de la colina sobre la que se asienta, allá por el siglo XVII, algunos incluso dramáticos por el derrumbe de edificios, la población ha ido mermando hasta quedarse reducida a dos puñados de valientes que no quieren abandonar sus casas, y digo dos puñados porque según el censo solo habitan 10 personas. La segunda causa, la dificultad del acceso, imposible para vehículos a motor que tengan un tamaño mayor a un triciclo Piaggio Ape, hacen que la ciudad este ausente de modernidades.
El origen de la ciudad se remonta hacía el siglo V a.C., momento en que fue fundada por los etruscos, para pasar después a manos de los romanos, hasta el siglo VI en que los lombardos la dominaron.
Caminar por la ciudad es algo fantástico: la tranquilidad, los edificios estancados en el pasado, la ausencia de modernidad, te sumergen en un escenario nada habitual y por ello especial. Si aún así prefieres conocer alguno de los edificios emblemáticos te aconsejo que visites la Iglesia de San Donato, el museo geológico y del desprendimiento en el palacio Alemmani y la cueva de San Buenaventura desde la que podrás admirar el valle de los Barrancos. Un valle cincelado poco a poco por la erosión del agua que arrastra las capas más superficiales limpiándola la toba y formando curiosas formas de arcilla y piedra.
¿Te animas a visitarla?
¡Abrazotes!