Escenarios de novela III. La isola tiberina (La tumba del héroe)
La isola tiberina es otro de los lugares a los que se hace referencia en La tumba del héroe. Aparece como lugar de cita en uno de los encuentros entre Antonio y Elisa.
Emergiendo del Tiber, en medio de Roma, se encuentra este trozo de tierra recubierto de Travertino. Una isla pequeña, pero con mucha historia y encanto.
El origen de la isla es incierto y buena forma de darle uno es tirar de leyendas. Una cuenta que los romanos hartos del rey Tarquinio apodado el Soberbio, el séptimo y último rey de Roma, lanzaron su cadáver al río; poco a poco el cuerpo fue acumulando sedimentos hasta formar la isla. Otra leyenda dice que los romanos tiraron el trigo reunido por el tan odiado y soberbio rey acumulando tal cantidad que acabó siendo la isla. Sea una cierta, sea la otra o ninguna de ellas la verdad es que se trata de un lugar aislado en el centro de la urbe que le proporciona unas características esplendidas para hacer uso de todo aquello que requiera de aislamiento. Como sucedió en época de los romanos que debido a la peste que azotó la ciudad en el siglo III a.C. fue usado como hospital. Poco antes de desaparecer aquel episodio infeccioso se construyó el Templo de Esculapio, dios de la medicina y la curación, equivalente al dios Asclepio griego.
Los romanos, como no iban a ser ellos, construyeron los puentes que unen la isla a la ciudad, el Cestio y el Fabrizio, siendo este último el más antiguo de la urbe en estado integro. Además, la revistieron de travertino y le dieron una curiosa forma de barco, construyendo incluso un pilón en el centro como si se tratara del mástil de una nave con su proa y su popa.
Los edificios más destacables, que no los únicos, son: Basílica de San Bartolomé, construida sobre el templo de Esculapio; Ospedale fatebenefratelli, que podría traducirse como “Hospital de los hermanos bien hechos” perteneciente al Gemelli, que seguro suena mucho más por oírse en los telediarios e informativos; y el hospital israelítico.
La fuerza del Tíber sobre las piedras de la isla, genera la sensación de encontrarnos surcado las aguas en un barco, aunque en este caso es el agua el que fluye alrededor de la nave y no el barco el que desliza entre ellas. Las piedras grisáceas contrastan con el verde del río. Desde la popa de la isla y a escasos metros, se pueden ver los restos del puente Emilio, construido en el siglo II a.C. y del que queda un único arco en medio del río. Cruzando desde la isla el Ponte Cestio se llega a Trastevere, que como su nombre indica se encuentra “tras el Tíber”, un barrio de Roma muy recomendable para degustar la cocina italiana debido a la cantidad de restaurantes y trattorias que allí se encuentran y a sus precios que no llegan a ser abusivos.
Uno de los recuerdos que tengo es un restaurante que en las noches de verano ocupaba parte de la isla con mesas decoradas con candelabros y cubiertos exquisitos. El lugar estaba ambientado con las llamas de las velas y música de violinistas. Un lugar muy romántico para cenar y compartir en pareja…
¡Abrazotes!